La mayor parte de los dolores de cabeza que cada vez más personas experimentan, no son provocados más que por temor y enojo, ambos enquistados en el cuerpo. El
temor se aloja en los hombros, el enojo en las mandíbulas. Contraemos nuestros músculos
cervicales, contraemos nuestra mandíbula, y de esta manera continuamos dando
cobijo al enojo y al temor.
Congelen
su rostro en esa expresión, no relajen el ceño, no hagan nada para modificarla.
Así, con el ceño fruncido, lleven la atención a la mandíbula. Ahora relájenla. Verán
que el ceño se relaja como por un acto reflejo. Relajen, pues, los músculos
maseteros (son los músculos que dan movilidad a la mandíbula) y sentirán que el
rostro entero se relaja. Sentirán, como consecuencia de esta relajación física,
si están atentos, una sensación de relajación “mental”.
Por qué sucede ésto?
Esto sucede porque están
liberando, por un momento, las emociones que les causan el malestar y que allí
se encuentran alojadas.
Relajando ciertos grupos
musculares se liberan las emociones allí alojadas, y se van modificando, de esta
manera, los pensamientos que generan esas emociones que contraen los músculos y
allí se alojan.
De esta manera estarán debilitando,
cada vez que hagan este ejercicio, el circuito de retroalimentación en el que
muchos viven la mayor parte de su vida.
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