Los nombres que ponemos
a las enfermedades nos confunden. Los médicos occidentales (de los cuales formo parte), estudiamos y diagnosticamos las enfermedades al revés. Nos
ramificamos en un sinnúmero de signos y síntomas a través de los cuales llegamos
a la invención de un número cada vez más grande de “enfermedades”, e invertimos
nuestras energías en diseñar paliativos para los síntomas de las dolencias.
Pero la dolencia continúa ahí.
La dolencia puede tener
una gran variedad de expresiones a nivel del cuerpo físico. Una enfermedad de
la piel puede tener la misma causa que una dolencia estomacal. Pero nosotros lo
estudiamos a la inversa. Vemos el síntoma, silenciamos el síntoma, y así la
enfermedad toma más fue rza. Porque sólo comprendiendo la enfermedad física se
la debilita. Silenciándola se la fortalece.
Comprenden entonces que
el modelo médico que ejercemos es riesgoso para nuestro propio crecimiento,
nuestra propia evolución?
Las grandes compañías
farmacéuticas son parte fundamental de
este modelo. Su objetivo es silenciar al cuerpo, que el cuerpo no permita la
transmisión del mensaje que la enfermedad viene a entregar. Y, de esta manera,
el mensaje se silencia. Se silencia el mensaje a través de un antidepresivo, un
antiácido, un quimioterápico. Y, de esta manera, nosotros permanecemos
dormidos, condicionados por intereses ajenos…alejados de nuestra propia
esencia, de nuestro propósito, de nuestra misión en esta vida.
Se han fijado que los
medicamentos que más enriquecen a esta industria de los medicamentos son
aquellos destinados a las “enfermedades del primer mundo”, como nosotros las
conocemos?
Y por qué creen que es esto?
Porque en el llamado
“Primer mundo” es donde se da el malestar más importante. Es en el “primer
mundo” donde las personas se encuentran más alejadas de su naturaleza, de su
propia esencia. Entonces es ahí donde los mensajes se vuelven más potentes. La
hipertensión, los infartos, el cáncer, las enfermedades psiquiátricas como la
depresión y la ansiedad…todos son mensajes.
Las enfermedades del
“Tercer mundo”, como nosotros las llamamos, son las enfermedades infecciosas,
las endemias, las epidemias. Pero éstas tienen un origen diferente. Se dan en
seres se encuentran más menos alejados de la naturaleza, de su propia esencia,
pero que funcionan como “válvulas de escape” de la energía estancada. No son el
tipo de enfermedades que denuncian la desconexión, sino que son consecuencia de
esa desconexión. Entonces, la industria farmacéutica no tiene interés en
silenciarlas (nosotros lo entendemos en términos de conveniencia económica,
pero la causa es más profunda).
No les llama la atención
que la industria farmacéutica sea una de las industrias que más dinero mueve en
el mundo? Es que esto devino así en los últimos tiempos. Porque las señales son
cada vez más poderosas, entonces más poderosos deben volverse los mecanismos de
coerción.
Los medicamentos silencian el mensaje.
Tengamos cuidado con esto.
No hablamos de
extremismos. Si nos duele la cabeza y no podemos dormir por esto, no estaremos
pecando si nos tomamos un analgésico.
Pero no nos olvidemos de ese dolor de cabeza. Qué es lo que nos está queriendo
transmitir? Qué nos está mostrando?
Podemos, por supuesto,
utilizar los medicamentos que nos alivien los síntomas físicos de las dolencias
que hemos elegido (porque las hemos elegido nosotros, esto es también
importante que comprendamos), aquellos que nos permitan continuar habitando nuestro
cuerpo físico, pero comprendiendo, en conjunto, el mensaje que nos está siendo
ofrecido, la Oportunidad.
Tengamos especial cuidado
con lo que llamamos “enfermedades crónicas”. Es importante comprender que,
aunque se presente a través de patrones sintomáticos diversos, toda enfermedad es crónica hasta ser
comprendida.
Tengamos, entonces,
especial cuidado con este tipo de enfermedades, porque son aquellas que nos
están queriendo entregar los mensajes más poderosos, por eso están ahí y nos
acompañan por largos periodos de tiempo (es como sucede con nuestros familiares
y seres más cercanos. Ellos son nuestros más grandes maestros, porque son
quienes ofician de espejo por más largos periodos de tiempo, a veces durante
toda nuestra vida terrenal). Así, sucede
lo mismo con las enfermedades crónicas. Ahí están los más poderosos mensajes. Escuchémoslos.
No los silenciemos. Comprendamos la enfermedad como mensaje. Toda enfermedad es
un mensaje.
Quienes esto
comprenden trabajan sobre los cuerpos más
sutiles. El cuerpo físico solo muestra abanicos de síntomas. El comprender que
existen grupos de síntomas según donde se hallen los bloqueos, ya sea psíquicos
o emocionales, nos ayudara a tener una mejor comprensión de la enfermedad.
Nosotros agrupamos los síntomas
según su localización físico-anatómica. Pero esto es incorrecto. Debemos ver más
allá. Diversos síntomas “alejados físicamente” pueden corresponder a un mismo
bloqueo emocional o psíquico, que, a su vez, viene siendo arrastrado de un
bloqueo a nivel genealógico. Es por esto que la enfermedad viene a sanar a las
generaciones presentes, futuras y también pasadas.
Entonces, regresando al
uso de medicamentos, nos estamos limitando a la manifestación física de la
enfermedad, y bloqueamos, mediante su uso, el mensaje que la enfermedad viene a
entregarnos. Bloqueamos, de esta manera, el propósito de de enfermedad, como
quien se tapa los oídos porque no quiere oír, o quien se tapa los ojos para
evitar ver. O, peor aún, quien
bloquea su corazón para evitar sentir.
Abriendo nuestro corazón
comprenderemos el mensaje, el sentido de la enfermedad. Así, nos sanaremos nosotros,
y podremos sanar a todo aquel que se nos acerque.
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