domingo, 13 de abril de 2014

Qué es la enfermedad?

Los nombres que ponemos a las enfermedades nos confunden. Los médicos occidentales (de los cuales formo parte), estudiamos y diagnosticamos las enfermedades al revés. Nos ramificamos en un sinnúmero de signos y síntomas a través de los cuales llegamos a la invención de un número cada vez más grande de “enfermedades”, e invertimos nuestras energías en diseñar paliativos para los síntomas de las dolencias. Pero la dolencia continúa ahí.

La dolencia puede tener una gran variedad de expresiones a nivel del cuerpo físico. Una enfermedad de la piel puede tener la misma causa que una dolencia estomacal. Pero nosotros lo estudiamos a la inversa. Vemos el síntoma, silenciamos el síntoma, y así la enfermedad toma más fuerza. Porque sólo comprendiendo la enfermedad física se la debilita. Silenciándola se la fortalece.

Comprenden entonces que el modelo médico que ejercemos es riesgoso para nuestro propio crecimiento, nuestra propia evolución?
Las grandes compañías farmacéuticas son parte  fundamental de este modelo. Su objetivo es silenciar al cuerpo, que el cuerpo no permita la transmisión del mensaje que la enfermedad viene a entregar. Y, de esta manera, el mensaje se silencia. Se silencia el mensaje a través de un antidepresivo, un antiácido, un quimioterápico. Y, de esta manera, nosotros permanecemos dormidos, condicionados por intereses ajenos…alejados de nuestra propia esencia, de nuestro propósito, de nuestra misión en esta vida.
Se han fijado que los medicamentos que más enriquecen a esta industria de los medicamentos son aquellos destinados a las “enfermedades del primer mundo”, como nosotros las conocemos?

Y por qué creen que es esto?

Porque en el llamado “Primer mundo” es donde se da el malestar más importante. Es en el “primer mundo” donde las personas se encuentran más alejadas de su naturaleza, de su propia esencia. Entonces es ahí donde los mensajes se vuelven más potentes. La hipertensión, los infartos, el cáncer, las enfermedades psiquiátricas como la depresión y la ansiedad…todos son mensajes.
Las enfermedades del “Tercer mundo”, como nosotros las llamamos, son las enfermedades infecciosas, las endemias, las epidemias. Pero éstas tienen un origen diferente. Se dan en seres se encuentran más menos alejados de la naturaleza, de su propia esencia, pero que funcionan como “válvulas de escape” de la energía estancada. No son el tipo de enfermedades que denuncian la desconexión, sino que son consecuencia de esa desconexión. Entonces, la industria farmacéutica no tiene interés en silenciarlas (nosotros lo entendemos en términos de conveniencia económica, pero la causa es más profunda).

No les llama la atención que la industria farmacéutica sea una de las industrias que más dinero mueve en el mundo? Es que esto devino así en los últimos tiempos. Porque las señales son cada vez más poderosas, entonces más poderosos deben volverse los mecanismos de coerción.

Los medicamentos silencian el mensaje
Tengamos cuidado con esto.

No hablamos de extremismos. Si nos duele la cabeza y no podemos dormir por esto, no estaremos pecando si  nos tomamos un analgésico. Pero no nos olvidemos de ese dolor de cabeza. Qué es lo que nos está queriendo transmitir? Qué nos está mostrando?
Podemos, por supuesto, utilizar los medicamentos que nos alivien los síntomas físicos de las dolencias que hemos elegido (porque las hemos elegido nosotros, esto es también importante que comprendamos), aquellos que nos permitan continuar habitando nuestro cuerpo físico, pero comprendiendo, en conjunto, el mensaje que nos está siendo ofrecido, la Oportunidad.

Tengamos especial cuidado con lo que llamamos “enfermedades crónicas”. Es importante comprender que, aunque se presente a través de patrones sintomáticos diversos, toda enfermedad es crónica hasta ser comprendida.

Tengamos, entonces, especial cuidado con este tipo de enfermedades, porque son aquellas que nos están queriendo entregar los mensajes más poderosos, por eso están ahí y nos acompañan por largos periodos de tiempo (es como sucede con nuestros familiares y seres más cercanos. Ellos son nuestros más grandes maestros, porque son quienes ofician de espejo por más largos periodos de tiempo, a veces durante toda nuestra vida terrenal). Así,  sucede lo mismo con las enfermedades crónicas. Ahí están los más poderosos mensajes. Escuchémoslos. No los silenciemos. Comprendamos la enfermedad como mensaje. Toda enfermedad es un mensaje.
Quienes esto comprenden  trabajan sobre los cuerpos más sutiles. El cuerpo físico solo muestra abanicos de síntomas. El comprender que existen grupos de síntomas según donde se hallen los bloqueos, ya sea psíquicos o emocionales, nos ayudara a tener una mejor comprensión de la enfermedad.

Nosotros agrupamos los síntomas según su localización físico-anatómica. Pero esto es incorrecto. Debemos ver más allá. Diversos síntomas “alejados físicamente” pueden corresponder a un mismo bloqueo emocional o psíquico, que, a su vez, viene siendo arrastrado de un bloqueo a nivel genealógico. Es por esto que la enfermedad viene a sanar a las generaciones presentes, futuras y también pasadas.

Entonces, regresando al uso de medicamentos, nos estamos limitando a la manifestación física de la enfermedad, y bloqueamos, mediante su uso, el mensaje que la enfermedad viene a entregarnos. Bloqueamos, de esta manera, el propósito de de enfermedad, como quien se tapa los oídos porque no quiere oír, o quien se tapa los ojos para evitar ver. O, peor aún, quien bloquea su corazón para evitar sentir.


Abriendo nuestro corazón comprenderemos el mensaje, el sentido de la enfermedad. Así, nos sanaremos nosotros, y podremos sanar a todo aquel que se nos acerque.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario